lunes, 10 de octubre de 2016

Campos electromagnéticos de baja frecuencia y cáncer infantil. Evidencias epidemiológicas.

Replicamos una entrada del blog de J. Antonio Martínez: Ciencia Sin Miedo 
(Gracias por compartirlo con nosotros).

Sigue habiendo un sustrato de evidencia epidemiológico sólido que alerta sobre la posibilidad de que la exposición a campos magnéticos del orden de 0.3 - 0.4 μT y superiores incrementen el riesgo de leucemia infantil

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La exposición a campos magnéticos producidos por corrientes eléctricas fue identificado como un factor de riesgo para el desarrollo de leucemia infantil. por primera vez en 1979, cuando Wertheimer & Leeper (1979) reportaron una asociación estadísticamente significativa entre esa enfermedad y la exposición residencial a campos electromagnéticos de baja frecuencia. Para ello realizaron un estudio caso-control empleando medidas indirectas de exposición, como la distancia y la características del cableado eléctrico. Desde entonces diversos estudios en la década de los 80 y 90 abordaron también este tema debido a la alerta suscitada por esos resultados. Varios de esos estudios formaron parte en 1999 y 2000 de tres compilaciones de investigaciones – Angelillo & Villari (1999), Greenland et al. (2000) y Ahlbom et al. (2000) –(un metanálisis y dos estudios agregados) que previnieron a la comunidad científica sobre la asociación entre la exposición a campos electromagnéticos de baja frecuencia y el cáncer infantil. Esos tres estudios fueron pieza clave en la decisión que, en 2002, la International Agency for Research on Cancer (IARC) tomó acerca de catalogar a este tipo de campos como posibles cancerígenos (categoría 2B).

Desde entonces se ha acumulado mucha más evidencia epidemiológica que ha continuado suscitando debate en la comunidad científica y en la sociedad acerca de los peligros de la exposición infantil o prenatal a determinados niveles de campo magnético, tomando como umbral los 0.3-0.4 μT que diversas investigaciones estipulan como referencia a partir del cual el riesgo de padecer leucemia se incrementa.

Las compilaciones de estudios publicadas en 1999 y 2000
Antes de proceder a la revisión más actual de la literatura, es preceptivo comentar el metanálisis de 1999 y los dos estudios agregados de 2000, que sirvieron como punto de inflexión en este tópico de investigación.

Como bien repasan Ferris i Tortajada et al. (2010), Angelillo & Villari (1999) evaluaron en su metanálisis 14 estudios de casos – controles y 1 de cohortes. Considerando aquellos estudios donde se medían los códigos de configuración de la corriente, encontraron un mayor riesgo estadísticamente significativo con RR = 1.46 ; IC 95% = (1.05 ; 2.04), y analizando los estudios basados en medidas de exposiciones en 24 horas también documentaron un riesgo incrementado y estadísticamente significativo, con RR = 1.59 ; IC 95% = (1.14 ; 2.22). Sin embargo, no se encontraron asociaciones significativas cuando se analizaron estudios donde la exposición se medía de otra manera, como la distancia al foco emisor, o medidas puntuales en el lugar de exposición). Ante estos resultados contradictorios, los autores consideraron lo siguiente:
” Existen datos suficientes para concluir que no puede descartarse una relación entre la influencia de los campos electromagnéticos en la zona de residencia y la leucemia infantil. Es necesario realizar nuevos estudios epidemiológicos de gran calidad, con mediciones comparables tanto de la exposición como de los resultados, para corroborar estos resultados. Si se confirmara  el  posible  exceso  de  riesgo,  habría  que investigar a fondo las alternativas para reducir al mínimo la exposición y proporcionar respuestas definitivas a los formuladores de políticas”.

Greenland et al. (2000) realizaron un análisis agregado, tomando los datos de 12 estudios epidemiológicos sobre la relación entre la leucemia infantil y la exposición a este tipo de campos. Basándose en estos 12 estudios y comparando las exposiciones inferiores a 0.1 μT y las superiores a 0.3 μT, reportaron una asociación significativa OR = 1.7 ; IC 95% = (1.2 ; 2.3)

Ahlbom et al. (2000), por su parte, en un nuevo análisis agregado, analizaron 9 estudios epidemiológicos;  en 5 de ellos medían los campos durante 24 y 48 horas, y en 4 calculaban los campos magnéticos en función de su distancia a las líneas de alta tensión. No encontraron asociación entre campos magnéticos y leucemia infantil por debajo de exposiciones a 0.4 μT. Pero en las superiores a 0.4 μT durante el año previo al diagnóstico de leucemia,  el RR = 2.00 ; IC 95% = (1.27 ; 3.13).

Una vez que la comunidad científica empezó a valorar seriamente que, en base a los estudios comentados, campos magnéticos de 0.3-0.4 μT incrementaban el riesgo de leucemia en niños, se continuaron publicando estudios al respecto. La necesidad de más investigaciones era evidente, con el fin de seguir avanzando en el estudio de esa asociación. La literatura cuenta con decenas de artículos sobre este temática a partir de 2001, cuyos resultados más destacados se repasan cronológicamente en el siguiente apartado.

La evidencia en el periodo 2001-2015
En 2001, Schüz et al. (2001) midieron los campos magnéticos en las viviendas durante 24 horas de 514 niños con leucemia y 1301 controles de características similares. Aunque globalmente no encontraron una asociación significativa con la mediana del campo magnético en la vivienda OR = 1.55 ; IC 95% = (0.65 ; 3.67), sí que sucedía si se consideraba sólo la exposición nocturna: OR=3.21; IC 95% = (1.33 ; 7.80) por encima de los 0.2 μT.

En 2003, Infante-Rivard & Deadman (2003) analizaron si la leucemia infantil podía asociarse a la exposición durante el embarazo. Para ello estudiaron 491 casos en niños de 0 a 9 años, con sus correspondientes controles. Como indican Ferris i Tejada et al. (2010), se encontró un incremento del riesgo estadísticamente significativo de desarrollar leucemia tras exposiciones transplacentarias superiores o iguales a 0.4 μT, con OR = 2.5 ; IC 95% = (1.2 ; 5.0). Las ocupaciones con mayores dosis de exposición correspondían a trabajadoras electrónicas en plantas de acoplamiento (0.7 μT), operadoras de máquinas eléctricas en factorías textiles (0.68 μT) y en factorías de calzado (0.66 μT). Otras profesiones maternas de riesgo son las cajeras y las trabajadoras en cocinas, hornos y maquinaria textil. La plausibilidad de la asociación descrita estaba basada en: a) proximidad de los aparatos eléctricos al abdomen de las mujeres gestantes; b) la especial vulnerabilidad del periodo fetal a los contaminantes ambientales; y c) el considerable tiempo medio de exposición desde la fase preconcepcional hasta el final del embarazo.

En 2005, Draper et al. (2005) realizaron un estudio caso-control en Inglaterra con 29081 niños entre 0 y 14 años diagnosticados con cáncer entre 1962 y 1995. De ellos, 9700 eran leucemias. Se eligió un control para cada caso en función de su similitud en sexo, fecha de nacimiento y distrito geográfico. Esos casos y controles se distribuyeron espacialmente en un mapa que permitía calcular la distancia a las línea de alta tensión más cercana. Es importante destacar que estamos hablando de mayoritariamente líneas de 275 a 400 kV, y minoritariamente de líneas de 132 kV. Los resultados de su estudio indicaron una asociación significativa sólo con leucemia y no con el resto de tipos de cáncer para aquellos que vivían entre 0 y 200 metros de la línea RR = 1.69 ; IC 95% = (1.13 ; 2.53) , y los que vivían entre 200-600 metros RR = 1.23 ; IC 95% = (1.02 ;1.49) respecto a los que vivían a más de 600 m. Cuando se controló por estatus socioeconómico los resultados no cambiaron. Los autores señalaron que a partir de los 60 metros de ese tipo de líneas el campo magnético baja por debajo de los 0.4 μT, por lo que este estudio nos dice que se pueden producir efectos significativos por debajo de ese umbral. Los autores estiman que un 1% de las leucemias que se dan anualmente en el Reino Unido pueden deberse la exposición a campos magnéticos de baja frecuencia.

En 2006, Kabuto et al. (2006) publicaron uno de los estudios más relevantes porque la exposición a los campos magnéticos se midió en el dormitorio de los niños durante una semana, es decir, se tenía una medición de la exposición completa (cercanía a líneas de alta tensión + exposición eléctrica en casa). Analizaron 302 niños diagnosticados con leucemias agudas (linfoblásticas y mieloblásticas) y 603 controles emparejados por sexo, edad y residencia. Para el grupo de exposición igual o superior a 0.4 μT, respecto a la menor de 0.1 μT encontraron un mayor riesgo para los tipos de leucemia, aunque no fue estadísticamente significativo: OR = 2.6 ; IC 95% = (0.76 ; 8.6), pero cuando sólo se analizaron las linfoblásticas (que son las que tienen mayor incidencia), esos resultados sí que fueron significativos: OR = 4.7 ; IC 95% = (1.15 ; 19.0).

Llegados a este punto, y con toda esta evidencia detrás, Kundi (2007) en su artículo publicado en Environmental Health Perspectives volvía a demandar a la comunidad científica que se tomara seriamente la exposición a este tipo de campos como un riesgo potencial de leucemia infantil, reconociendo que serían deseable más estudios para eliminar posibles variables de confundido. En ese mismo año, el estudio de Mejia-Arangure et al. (2007) encontró un incremento significativo de leucemia aguda entre personas con síndrome de Down que vivían en residencias con un nivel de radiación por encima de 0.6 μT : OR = 3.7; ; IC 95% = (1.05 ; 13.3). Los autores sugerían que esa exposición a esos niveles de campo magnético podría actuar como promotor o ayudar a la progresión del cáncer.

El análisis agregado de Schuz et al. (2007) sobre estudios caso-control en cuatro países (Canadá, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos) acerca de la relación entre la leucemia infantil y los campos magnéticos de baja frecuencia, para casos diagnosticados entre 1988 y 1996, y realizado con la particularidad de considerar sólo las mediciones hechas en la cama del niño, confirmó esa asociación, con una OR = 1.93 ; IC 95% = (1.11 ; 3.35) para niños expuestos a campos magnéticos por encima de 0.4 μT en comparación a aquellos expuestos a 0.1 μT, y en el borde de la significación estadística para la exposición entre 0.2 y 0.4 μT  OR = 1.37 ; IC 95% = (0.98 ; 22.9).

También en 2007, Lowenthal, Tuck & Bray (2007), realizaron un estudio caso-control sobre 854 personas que habían desarrollado leucemia, linfomas o enfermedades asociadas entre 1972 y 1980 en Tasmania. Los resultados indicaron que aquellos que vivían a menos de 300 metros de líneas de alta tensión entre los 0 y 15 años de edad, tenían una OR = 3.23 ; IC 95% = (1.26 ; 8.29), y cuando se tomaban sólo los niños entre 0 y 5 años expuestos a menos de 300 metros, entonces: OR = 4.74 ; IC 95% = (1.26 ; 8.29). De este modo, los resultados de nuevo indicaban que una exposición en los primeros años de vida al campo generado por las líneas de alta tensión, en una distancia cercana (en este caso menor de 300 metros), estaban asociados a desarrollar cáncer.

Feizi & Arabi (2007), por su parte, encontraron sobre una muestra pequeña de 60 casos de leucemia infantil en Irán, que vivir en distancias menores de 500 metros de una torre de alta tensión incrementaba el riesgo de leucemia. Los autores no realizaron medidas in-situ sino que estimaron el campo magnético a través de la distancia a la línea y la carga de la misma. Sin embargo, los pocos casos y controles de este estudio, y la falta de variables de control hace tomar estos resultados con prudencia.

En una nueva revisión publicada, esta vez en Radiaction Protection Dosimetry, Shüz & Ahlbom (2008) consideraban que, aunque todavía no se conocía el mecanismo para ligar causalmente la exposición a campos magnéticos por encima de 0.3-0.4 μT y la leucemia infantil, existía suficiente evidencia en la literatura científica hasta ese momento para considerar a los campos magnéticos de baja frecuencia como posibles cancerígenos  para los humanos. También en 2008, el estudio de Yang et al. (2008) reportaba que vivir a una distancia menor de 100 metros de líneas de alta tensión y transformadores eléctricos era un factor de riesgo para el desarrollo de leucemia aguda en niños con el genotipo XRCC1 Ex9þ16A.

Comba & Fazzo (2009), asimismo, nombraron varios estudios realizados en Italia donde existía una asociación significativa entre la cercanía a las líneas de alta tensión (60 kV) y el desarrollo de neoplasias malignas. Asimismo, el estudio de Gobba et al. (2009) se enfocó en las células NK (natural killers), un tipo de linfocitos que se encarga de matar a las células cancerígenas. Los resultados indicaron que aquellos trabajadores expuestos a un nivel de radiación por encima de 1 μT tenían una reducción significativa de este tipo de linfocitos con respecto a aquellos que estaban expuestos a niveles inferiores a 0.2 μT.

En 2010, Hug et al. (2010) trataron de extender el estudio de Infante-Rivard & Deadman (2003) sobre exposición en mujeres embarazadas a padres y madres antes de la concepción.  Para ello, estudiaron a 2049 casos de niños con cáncer entre 0 y 14 años en Alemania, 846 de ellos con leucemia. Los resultados no fueron significativos. Sin embargo, como los mismos autores reconocieron, su estudio estaba sujeto a errores de medida porque la exposición ocupacional no se midió in-situ sino que se estimó en base a matrices de exposición laboral. Como alertan Gobba et al. (2011), las matrices de exposición laboral pueden ofrecer un dibujo muy errático de la verdadera exposición de las personas.

De igual manera, Infante-Rivard & Deadman (2003)  reconocieron que otros estudios anteriores sí que reportaron asociaciones significativas: (1) el estudio de Feychting, Floderus & Ahlbom  (2000) encontró  que los niños cuyos padres habían estado expuestos a campos por encima de 0.3 μT entre 2 y 26 meses antes del nacimiento tenían significativamente mayor riesgo de leucemia; (2) el estudio de Pearce et al. (2007) sobre 4723 casos de cáncer reportó que los niños de padres expuestos en sus trabajos con mayores niveles de campo magnético tenían significativamente mayor riesgo de leucemia: OR = 1.31 ; 95% IC = (1.02 ; 1.69); (3) el estudio de Smulevich Solionova & Belyakova (1999) sobre 593 niños entre 0 y 14 años con cáncer en Moscú, indicó que las madres que antes de la concepción estaban expuestas campos magnéticos en su ambiente de trabajo tenían mayor probabilidad de tener niños con leucemia OR = 5.2; 95% IC = (1.6 ; 16.8). Posteriormente, Keegan et al. (2012), en su estudio sobre la asociación entre la leucemia infantil y la ocupación del padre, con un total de 16764 casos, sí que encontraron una vinculación significativa OR=1.14 95% CI (1.05 ; 1.23), siendo la leucemia linfoblástica significativamente asociada a una mayor clase social del padre.


También en 2010, de nuevo se realizó un análisis agregado (pooled analysis) por Kheifets et al. (2010), empleando estudios publicados desde el año 2000 sobre leucemia infantil y exposición a campos magnéticos. Se contabilizaron siete estudios: Bianchi et al. (2000), Schüz et al. (2001), Kabuto et al. (2006), Lowenthal et al, (2007), Kroll et al. (2010), Malagoli et al. (2010), Wünsch-Filho et al. (2011), siendo este último tenido en cuenta antes de que se publicara en 2011. Los autores realizaron ese análisis agregado reportando dos resultados; considerando y sin considerar el estudio de Wünsch-Filho et al., (2011), debido a sus problemas metodológicos (como que no se contabilizaron los casos en los que la familia se trasladó de residencia para estar con el niño tratado en un hospital lejano a su vivienda original). Los resultados fueron muy similares a los obtenidos por Ahlbom et al. (2000), aunque  en este caso las estimaciones fueron  menos precisas, lo que incrementó la anchura de los intervalos de confianza hasta alejarse de la significación estadística.

 OR y 95% CI para los análisis agregados de Ahlbom et al. (2000) y Kheifets et al. (2010)


0.1–<0.2 μT 0.2–<0.4 μT 0.4 μT
Ahlbom et al. (2000) 1.08 (0.89–1.31) 1.11 (0.84–1.47) 2.00 (1.27–3.13)
Kheifets et al. (2010) 1.07 (0.81–1.41) 1.22 (0.78–1.89) 1.46 (0.80–2.68)
Kheifets et al. (2010) sin incluir el estudio de Wünsch-Filho et al. (2011) 1.15 (0.83–1.61) 1.20 (0.67–2.17) 2.02 (0.87–4.69)

Cuando se tenía en cuenta las distancias de las residencias a las líneas de alta tensión, los resultados fueron significativos para las viviendas situadas a 50 o menos metros de la línea: OR = 1.59 ; 95% IC = (1.02 ; 2.50).
OR y 95% IC para el análisis agregado de Kheifets et al. (2010) en función de la distancia a la línea más cercana de alta tensión
>200 m >100–200 m >50–100 m ⩽50 m
Casos/controles OR Casos/controles OR Casos/controles OR Casos/controles OR
10153/11231 1.0 88/146 1.20
(0.90, 1.59)
49/75 1.30 (0.89, 1.91) 35/51 1.59 (1.02, 2.50)

En base a los resultados mostrados, Kheifets et al. (2010) concluyen lo siguiente:
“Nuestros resultados están en línea con análisis agregados previos, mostrando una asociación entre la exposición residencial a campos magnéticos y la leucemia infantil, pero la asociación es menor en estudios recientes e imprecisa por el pequeño número de individuos altamente expuestos. (…) Concluimos que los estudios recientes sobre campos magnéticos y leucemia infantil no alteran las evaluaciones previas sobre que los campos magnéticos son un posible cancerígeno”.

Sohrabi et al. (2010), por su parte, realizaron un estudio caso-control con 300 niños entre 1 y 18 años con leucemia linfoblástica aguda, y 300 controles pareados por sexo y edad. Los autores dividieron los resultados en función de la exposición a líneas de diferente voltaje (123, 230 y 400 kV) encontrando resultados significativos en las dos primeras, mientras que la no significatividad de la de 400 kV se atribuyó a la falta de potencia por los pocos casos disponibles para ese subgrupo. Los autores encuentran que cada 600 metros de distancia a la línea existe una reducción de la probabilidad de desarrollar leucemia.

En 2011, Does et al. (2011) examinaron una de las hipótesis causantes de la leucemia infantil, y que podría actuar como variable contaminante de la relación entre la exposición a campos magnéticos y el desarrollo de la enfermedad; las corrientes de contacto. Estas pueden producirse por ejemplo en la bañera al tocar los niños mojados elementos metálicos que pueden estar sujetos a un voltaje que haga inducir una corriente. Ferris i Tortajada et al. (2010) explican con más detalle esta hipótesis. Para ello, Does et al. (2011) estudiaron la correlación entre esas corrientes de contacto y el campo magnético en el interior y exterior de las casas de 245 casos y 269 controles en California, encontrando correlaciones muy pequeñas (0.10 y 0.15, respectivamente). Su análisis no encontró efectos significativos de diferentes valores de corrientes de contacto, ni tampoco de la exposición a campos magnéticos dentro de la casa, aunque como bien relatan los autores al final del artículo, sólo había un 10% de casos con  un campo magnético superior a 0.1  μT, lo que hace que el análisis de este factor de riesgo en este estudio particular sea muy limitado.

Schüz et al. (2012) se hicieron eco de algunos estudios anteriores que vinculaban una menor tasa de supervivencia de niños que sufrían leucemia linfoblástica aguda y que estaban expuestos a valores de campo magnético por encima de 0.3  μT. Sin embargo, en su análisis agregado sobre 3073 casos concluyeron que no existía tal asociación, es decir, que la exposición a campos magnéticos no estaba vinculada a la supervivencia de niños enfermados con leucemia.
Jirik et al. (2012), por su parte, en su estudio sobre 79 casos de leucemia infantil en la República Checa, y sus correspondientes pares de control, no encontraron asociación con exposiciones de 0.2  μT: OR = 0.93 ; 95% IC = (0.45 ; 1.93), 0.3 μT: OR = 0.77 ; 95% IC = (0.34 ; 1.75) y 0.4 μT OR = 0.9 ; 95% IC = (0.37 ; 2.22).

También en 2012, Teepen & van Dijk (2012) realizaron una revisión del estado de la cuestión en la revista International Journal of Cancer, concluyendo que, hasta ese momento, la evidencia acumulada era lo suficientemente importante como para pensar en una posible asociación entre la exposición a campos magnéticos de 0.3 μT y superiores y la leucemia infantil.

En 2013, Sermage-Faure et al. (2013), en su estudio sobre 2779 casos de leucemia infantil en Francia entre 2002 y 2007 y 30000 controles midieron la cercanía a líneas de alta tensión. Los resultados indicaron que en líneas de muy alta tensión (entre 225 y 400 kV) la asociación bordeaba la significación estadística OR = 1.7 ; 95% IC (0.9 ; 3.6), lo que los autores comentan como evidencia suficiente para seguir apoyando la posible asociación de la exposición a campos magnéticos y la leucemia infantil. Bien es cierto que el patrón de OR que obtienen en distancias superiores a 50 metros no muestra una tendencia uniforme decreciente, lo que de nuevo hace ver con prudencia los resultados.
En 2014, la revisión de Mezei et al. (2014) sobre los factores de riesgo de la leucemia infantil en niños sin síndrome de Down y con síndrome de Down, se hizo eco de las investigaciones de Kheifets et al. (2010) y Mejia-Arangure et al. (2007) que asociaban la exposición a campos magnéticos de baja frecuencia con el desarrollo de leucemia linfoblástica aguda en niños.

También en 2014, Leitbeg (2014) publicó un artículo en el que defendía que los 35 años de estudios epidemiológicos no reportaban de manera agregada una asociación significativa entre la exposición a campos magnéticos y la leucemia infantil, aunque su estudio adolece de relevancia, ya que no emplea ningún criterio de exclusión ni de clasificación de esos estudios y, sobre todo, estaba publicado en una revista considerada como “predatoria” (Journal of Electromagnetic Analysis and Applications), lo que reduce la credibilidad del estudio en ámbitos científicos.

Bunch et al. (2014), reanalizaron los datos de Draper et al. (2005) ampliando la cohorte hasta 2008, e incluyendo además población de Escocia. Los autores, esta vez no encontraron una asociación significativa entre la distancia a las líneas de alta tensión y los casos de leucemia, advirtiendo además que el riesgo relativo decaía con el tiempo (aunque el riesgo seguía siendo significativo para las décadas de los 60 y 70). Pero sí que en el reanálisis del estudio de Draper et al. (2005) con los datos disponibles en 2012 sobre recategorización de casos de cáncer infantil, continuaron encontraron asociaciones significativas: para aquellos que vivían entre 0 y 200 metros de la línea RR = 1.66 ; 95% IC = (1.09 ; 2.52), y los que vivían entre 200-600 metros,  RR = 1.23 ; 95% IC = (1.00 ; 1.45) respecto a los que vivían a más de 600 metros.

Swanson et al. (2014), por su parte, estudiaron si el efecto corona podría explicar algunos de los resultados significativos encontrados en el estudio de Bunch et al. (2014). La hipótesis de estos autores era que  los iones atmosféricos producidos por los campos eléctricos de las líneas de alta tensión se unen a la polución del aire e incrementa la carga de esas partículas tóxicas. Para ello añadieron datos sobre el viento en cada lugar de residencia. Los resultados, de nuevo, no fueron claros, porque el modelo explicaba el patrón de mayor riesgo de leucemia cerca de las líneas de alta tensión menos bien que la simple medida de cercanía a la línea. Los autores concluyeron que esto no excluía el efecto corona como posible explicación del mayor riesgo de leucemia, pero tampoco obviamente provee evidencias de que efectivamente lo sea.

Pedersen et al. (2014) realizaron un estudio sobre 1698 niños menores de 15 años diagnosticados con leucemia entre 1968 y 2006 en Dinamarca y 3396 controles pareados por género y edad. Los autores midieron la distancia entre la residencia al nacer y las líneas más cercanas de alta tensión entre 132 y 400 kV. Los resultados arrojaron asociaciones no significativas para los niños que vivían a una distancia entre 0-199 metros con respecto a más de 600 metros: OR = 0.76 ; 95% IC = (0.40 ; 1.45), y tampoco para los que vivían a una distancia entre 200 y 599 metros.

En 2014 se publicó de nuevo un metanálisis, esta vez realizado por Zhao et al. (2014), donde se incluían los estudios de Michaelis et al. (1997) (Alemania), Linet et al. (1997) (Estados Unidos), Dockerty et al. (1998) (Nueva Zelanda), McBride et al. (1999) (Canada), Green et al. (1999) (Canada), Schüz et al. (2001) (Alemania), Kabuto et al. (2006) (Japón), Kroll et al. (2010) (Reino Unido), y Malagoli et al. (2010) (Italia), es decir 9 estudios publicados desde 1997 a 2013 que pasaron los criterios de inclusión adoptados por los autores. Sobre un total de 11699 casos y 13194 controles, cuando la referencia se estipulaba en <0.1 μT, las exposiciones ≥0.4 μT tenían una OR = 1.57 ; 95% IC (1.03 ; 2.40) para todos los casos de leucemia y OR = 2.43 ; 95% IC (1.30 ; 4.55) para leucemia linfoblástica aguda. Cuando la referencia se subía a <0.2 μT, se seguía manteniendo la significación estadística: OR = 1.31 ; 95% IC = (1.06 ; 1.61). Por tanto, se mostró una asociación significativa entre la exposición a campos magnéticos del orden de 0.4 μT y el desarrollo de leucemia infantil.

En 2015, varios estudios han seguido analizando esta temática. Bunch et al. (2015), empleando los datos de Bunch et al. (2014) sobre 52525 casos de niños entre 0 y 14 años con cáncer y 116815 controles no encontraron asociación entre la leucemia infantil y la exposición al campo magnético proveniente de cables soterrados cercanos a sus residencias. Recordemos que en los cables soterrados (si no tienen el debido aislamiento) siguen produciendo campo magnético. Los pocos casos de niños expuestos a estos cables limita las conclusiones del estudio, según los autores.

Tabrizi & Bigdoli (2015), por su parte realizaron un estudio caso-control con 22 casos de niños con leucemia linfoblásitica aguda y 100 controles en una región de estatus socioeconómico bajo de Irán. El hecho de que esos casos estén todos dentro de un mismo grupo socioeconómico es una fortaleza de este estudio, ya que la diversidad de esta variable puede afectar a los análisis sobre la asociación de desarrollar leucemia y la exposición de líneas de alta tensión. Los autores controlaron por muchas variables que podrían estar asociadas a la leucemia infantil, como la exposición a rayos X, pesticidas, disruptores endocrinos, historial familiar, etc., pero fallaron claramente a la hora de analizar los datos, donde no implementaron ningún tipo de modelo estadístico que permitiera aislar el posible efecto de la exposición a las líneas de alta tensión del resto de variables que hipotéticamente pudieran influir en el desarrollo de leucemia.  Por contra, los autores realizaron análisis individuales variable a variable, donde sí que es cierto que las exposiciones prenatales, neonatales y en la niñez a líneas de alta tensión estaban significativamente asociados al desarrollo de ALL, pero los resultados son cuestionables al no existir un control estadístico en este estudio observacional.

Salvan et al. (2015) mostraron los resultados de un estudio caso-control realizado en Italia sobre casos de leucemia detectados en niños de hasta 10 años durante los años 1998-2001. Sobre 745 casos y 1475 controles (que posteriormente fueron rebajados en función de diversas exclusiones) los investigadores estudiaron la asociación entre la leucemia y la exposición en casa a campos electromagnéticos de baja frecuencia. Entrevistas a padres (con el fin de controlar por múltiples variables) y mediciones de 24-48 horas en sus dormitorios fueron empleados en el análisis. Sin embargo, los resultados no fueron concluyentes. No se encontraron asociaciones significativas para los casos de mayor exposición (por encima de 0.2-0.3 μT), reconociendo los propios autores que la escasa proporción de casos y controles en esos niveles de exposición condiciona los resultados.  Aunque para algunos rangos de exposición se encontraron asociaciones significativas, no seguían un patrón de intensidad (es decir, para exposiciones mayores la asociación es menor). En cualquier caso, este tipo de artículos tiene un problema que no se suele comentar, y es que las variaciones de exposición no tienen porqué ser homogéneas a lo largo del año. Aunque los autores justifican que una medición de 24 horas es igual de exacta que una realizada en 5 días (con un estudio previo que lo sustenta), cuando la exposición en casa viene determinada de manera importante por la acometida en la urbanización (caso de las casas de planta baja), la exposición en invierno puede ser sustantivamente mayor que en primavera; cuando hay más demanda de energía la exposición dentro los hogares es variable.

Finalmente, Pedersen et al. (2015), estudiaron los datos de 3277 niños con leucemia, tumores del sistema nervioso central y linfoma maligno en Dinamarca desde 1968 a 2003, los resultados para los casos recientes detectados (1986-2003) no arrojaron significación estadística, aunque tomando el periodo de tiempo total (1968-2003), los riesgos relativos estaban entre 1.5 y 2, en línea con otros análisis agregados.

Conclusión
En 2012 se publicó el informe “Bioinitiative” (Bioinitiative Working Group, 2012) realizado por varios científicos pertenecientes al grupo de trabajo Bioinitiative, que consideraron las evidencias acumuladas en los últimos años sobre los riesgos de la exposición a radiación electromagnética no ionizante. Concretamente, y en relación a la exposición a campos magnéticos de baja frecuencia,  los autores del informe concluyeron lo siguiente:
“Excepto la radiación ionizante, ningún otro factor ambiental ha sido firmemente establecido como un factor de incremento de riesgo de leucemia infantil. Existe suficiente evidencia proveniente de los estudios epidemiológicos de que hay un incremento de riesgo por la exposición a campos electromagnéticos de baja frecuencia que no puede ser atribuible al azar, al sesgo, o a las variables contaminantes”.

A la luz de la revisión realizada en este artículo sobre las publicaciones más relevantes entre 2001 y 2015, se puede afirmar que, efectivamente, tal y como en 2012 sugería el equipo de trabajo de Bioinitiative, sigue habiendo un sustrato de evidencia sólido que alerta sobre la posibilidad de que la exposición a campos magnéticos del orden de 0.3-0.4 μT y superiores incrementen el riesgo de leucemia infantil.

Evidentemente existen limitaciones metodológicas en todos los artículos publicados, sobre todo relativas al poco número de casos de exposiciones a ese umbral comentado, y de las diversas formas en las que se cuantifica la exposición. Por ejemplo, y en relación a esa segunda limitación, las variaciones de exposición no tienen porqué ser homogéneas a lo largo del año. La exposición en casa viene determinada de manera importante por la acometida en la urbanización (caso de las casas de planta baja); cuando hay más demanda de energía la exposición dentro los hogares es variable. Igual ocurre en las cercanías de líneas de alta tensión, existe variabilidad en función de la hora del día, del día de la semana, o de la época del año. Cuando no se hacen mediciones y se confía únicamente en la distancia a líneas de alta tensión, no se tiene en cuenta la posible exposición dentro de los hogares o en los colegios, donde las propias características del tendido eléctrico pueden propiciar campos magnéticos superiores incluso a los 0.4 μT. De este modo, se añaden errores de medida a las variables que miden la exposición a campos magnéticos. Sin embargo, si aún así se encuentran relaciones significativas, y si ese error de medida se considera aleatorio, el efecto real queda atenuado ya que se incrementa la varianza observable de los datos, por tanto, ese efecto en verdad podría ser incluso mayor que el detectado en los estudios analizados.

En cualquier caso, y admitiendo esas limitaciones, la cantidad de estudios, metanálisis y análisis agrupados que apoyan la evidencia de asociación entre exposiciones a campos magnéticos del orden y superiores a 0.3-0.4 μT y leucemia infantil sigue siendo muy importante, tal y como se muestra en esta investigación. No obstante, también es preceptivo indicar que sigue habiendo algunos estudios que no reportan esa asociación.

Ciertamente la cantidad de personas sometidas a esos niveles de campo magnético es baja. Por ejemplo, en Italia alrededor de un 4-5% de la población está expuesto a radiación de 0.3 μT, y la exposición mediana de un 1-2% de la población está por encima de 0.4 μT. En ese mismo país diversos estudios estiman que sólo entre el 0.26 y el 0.43% de la población está expuesta a un promedio por encima de 0.3 μT, y que entre un 0.20 y un 0.35% a un promedio por encima de 0.4 μT. En estudios realizados en otras ciudades, como en Granada (España), la tasa es más elevada: entre el 9.42% de los niños está expuesto a niveles de radiación de campo magnético por encima de 0.3 μT habitualmente en sus casas en horario no nocturno. En cualquier caso, que un pequeño porcentaje de la población esté sometido a esos niveles de exposición no debería significar el menosprecio de ese factor de riesgo.

Las evidencias epidemiológicas acumuladas en el periodo 2001-2015 sugieren que, a día de hoy, las conclusiones derivadas de las compilaciones de estudios realizadas en 1999 y 2000 deberían seguir estando vigentes. Igualmente se corrobora la decisión de la IARC en 2002 de considerar los campos magnéticos de baja frecuencia como posible cancerígeno, quedando abierto el debate sobre la idoneidad o no de subir de categoría a ese factor de riesgo. Dado que se siguen publicando estudios donde esa asociación es no significativa, y que se desconocen las causas por las cuales podría provocar leucemia, es necesario que se continúe investigando.

Grellier, Ravazzani & Cardis (2014) estiman que, si se admite como causal la relación entre la exposición a campos magnéticos de baja frecuencia y la leucemia infantil, entre el 1.5% y el 2% de esos casos que se dan anualmente en Europa podrían atribuirse a la exposición a campos magnéticos, aunque reconocen que la incertidumbre sobre esas cifras es reseñable. Draper et al. (2005) previamente habían indicado que en el Reino Unido esa cifra sería del 1% anual. 

Por tanto, y aunque ese número de expuestos sea un pequeño porcentaje de la población, no convendría tampoco ser olvidado y, de este modo, los pediatras de atención primaria deberían interesarse por la exposición prenatal e infantil a este factor de riesgo, dando las recomendaciones oportunas a las familias para minimizar esa exposición. Como concluyen Calvente et al. (2014):
”Dada la mayor sensibilidad de los niños a los campos electromagnéticos de baja frecuencia y siguiendo el principio de precaución, se deben garantizar medidas preventivas para reducir su exposición”.

Las referencias de todas las investigaciones nombradas pueden encontrarse en este informe que realicé en enero de 2016. 

1 comentario:

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